El reconocido filósofo, biólogo, escritor chileno y Premio Nacional de Ciencias en 1994, Humberto Maturana, falleció este jueves 6 de mayo a los 92 años de edad. Gran parte de su obra estuvo marcada por la teoría de la autopoiesis, que se centra en la cualidad de un sistema capaz de reproducirse y mantenerse por sí mismo y que fue creada junto a su entonces alumno Francisco Varela.
Algunos de sus textos más destacados han sido “De máquinas y seres vivos: una teoría sobre la organización biológica” (con Francisco Varela, 1972), “El árbol del conocimiento: Las bases biológicas del entendimiento humano” (con Francisco Varela, 1984) y el más reciente “La revolución reflexiva (con Ximena Dávila, 2021).
El científico enseñó a actuales profesores de la Facultad de Ciencias Biológicas y ellos, han querido compartir sus impresiones sobre él.
Francisco Bozinovic, académico de la Facultad de Ciencias Biológicas, Premio Nacional de Ciencias Naturales 2020, fue alumno del profesor Maturana cuando estudiaba Licenciatura en Ciencias con mención en Biología y en el postgrado, en la década del 80, en la Universidad de Chile.
“Estoy seguro que todos los obituarios se van referir- y con justicia – a sus premios, reconocimientos y homenajes (todos merecidos), a su enorme talento y creatividad como científico, a su teoría de la Biología del Conocimiento y a su controvertida aunque fascinante Teoría de la Evolución por Deriva Natural, a la autopoiesis que muchos mencionan y pocos entienden. Maturana fue un “Revolucionario de la Reflexión”, quien, junto a su alumno y colega Francisco Varela, es probablemente el científico más importante que ha tenido el país”, declara.
Bozinovic enfatiza que Maturana fue más que eso: “Maturana fue un patriota en tiempos de la dictadura, un hombre generoso, y bueno, aunque a veces duro, un hombre que le enseñó a muchas generaciones, entre los que me incluyo, a pensar, a ser críticos en la conciencia del pensar y en consecuencia a reflexionar. En efecto, Maturana nos enseñó a reflexionar sobre nuestro quehacer y sobre el desarrollo científico en sociedad, a que las cosas no son verdaderas o falsas, sino que somos nosotros quienes las categorizamos así, nos hizo ver que nuestro bienestar y crecimiento en todos los ámbitos de la vida no pasan por negar al otro”.
Agrega que “Maturana nos mostró desde su sabiduría que somos una unidad coherente con la naturaleza. ¡Ojalá no se nos olvide! ¡Gracias Chicho Maturana!”
Por su parte, Fabián Jaksic, también académico de la Facultad de Ciencias Biológicas, y Premio Nacional de Ciencias 2018, recuerda a su tutor. “Conocí a Humberto Maturana a fines de 1971, cuando me entrevistó para evaluar mi admisión especial a la facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, como alumno proveniente de la escuela de Veterinaria. No se fijó en mis malísimas notas y nuestra entrevista fue una conversación sobre cultura general y mis intereses especiales en evolución biológica. Buena impresión debo haber causado porque fui aceptado y Humberto se autodesignó como mi tutor”.
“En 1976 dejé la Universidad de Chile para irme primero a la UC y luego a la Universidad de California en 1979, y perdí contacto con Humberto. Más adelante me entretuve leyendo su segundo libro (1984) “El árbol del conocimiento: Las bases biológicas del entendimiento humano” y presencié su charla magistral cuando recibió el Premio Nacional de Ciencias en 1994. Con emoción noté que después de tantos años de habernos conocido, se refirió a mí como uno de sus discípulos, para novedad de algunos y horror de otros. En reciprocidad, yo me enorgullezco de llamarlo mi primer mentor”.
“Aunque su formación inicial fue como biólogo sus intereses fueron más allá y abarcó áreas como la filosofía y psicología”, expresa Ricardo Moreno, integrante del centro de Bioética UC y académico de la Facultad de Ciencias Biológicas. “Uno de sus trabajos más importantes y reconocido por la comunidad científica a nivel nacional e internacional, es el formular y desarrollar el concepto de autopoiesis. Este concepto, lo desarrolló con el que en aquel entonces era su estudiante, Francisco Varela, y que sostiene que la cualidad de un sistema capaz de reproducirse y mantenerse por sí mismo es inherente a los seres vivos. Este concepto ha sido muy debatido y estudiado en la búsqueda de entender cómo funcionan los seres vivos y posiblemente la vida más allá de la tierra. Y este fue uno de sus más grandes legados”.
Por su parte, el profesor de la Facultad de Ciencias Biológicas Francisco Melo señala que tuvo la suerte de tenerlo como profesor en un curso de post-grado el año 1994. “Sus clases eran tremendamente estimulantes desde el punto de vista intelectual. Lo que más recuerdo de él era su permanente proceso de búsqueda, sin prejuicios y persiguiendo diferentes perspectivas de análisis que pudieran entregar una nueva o variada percepción del conocimiento frente a una pregunta o problema. Él estaba muy consciente de la relevancia de la dinámica del tiempo en los seres vivos y en particular en el estado de conciencia del ser humano. El profesor Humberto Maturana fue un intelectual dotado, y valoro mucho haber podido conocerlo y haber tenido el beneficio como alumno de sus enseñanzas”.
El académico de Ecología de la Facultad de Ciencias Biológicas Juan Armesto,confiesa que Humberto Maturana fue para él un gran científico y filósofo. “Su gran capacidad de entender e integrar áreas del conocimiento desde la neurociencia a la ecología de los ecosistemas, lo hacía asequible a la mayoría. En la facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, donde lo conocí en los años 70, fue siempre un “maestro” -como también lo llamaban muchos de sus alumnos- que estaba siempre abierto a conversar de los muchos tópicos de la ciencia y de las formas de vida que nos interesaban”.
Armesto dice que su experiencia con Humberto Maturana en la Facultad de Ciencias “le abrió los ojos al significado de ser científico en un mundo que debería construirse a través de la colaboración y el diálogo para resolver los conflictos. Agradezco a Humberto Maturana por sus enseñanzas y su amistad”.
Gestión de Prensa: Nota original de Ana María Bolumburu y Virginia Soto-Aguilar