Nuestra profesora titular, Loreto Holuigue, ha cumplido este año 26 años al mando de su laboratorio, tras una extensa y prolífica carrera científica y viendo que se acerca su periodo de jubilación, ha decidido dar un giro a su carrera y dedicarse a proyectos ligados a la educación. Esto ha significado, por lo tanto, cerrar su laboratorio este año, cuando ha graduado a sus últimos estudiantes. Quisimos saber más de este cambio, cómo se preparó y sus nuevos horizontes profesionales.
Loreto, ¿cómo fue el proceso de decidir darle un vuelco a tu carrera científica y cerrar tu laboratorio?
Yo empecé a prepararme para el cierre de mi carrera científica y mi posterior jubilación, desde hace muchos años, unos cinco años, te diría yo. Me parece que es una responsabilidad importante el finalizar de buena forma todos los compromisos que uno tiene con tesistas de pre y post-grado y con los proyectos de investigación, lo que requiere coordinación. Desde 1991 (cuando regreso del postdoctorado en NY) que instauré una línea de investigación independiente en el tema de respuestas genéticas a estrés en plantas; específicamente estudiamos el papel del ácido salicílico (SA), hormona fenólica que se acumula en tejidos sometidos a estrés. Es un orgullo para mí haber liderado esta línea, contando con financiamiento continuado del “FONDECYT (Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico)” y en el último tiempo de la “Iniciativa Científica Milenio”.
Por otra parte, siempre he tenido un interés personal por las artes visuales y quise unir estos dos mundos y proponer un proyecto educativo para niños, integrando la enseñanza de las ciencias y las artes, aplicable al aula para escuelas públicas. Me motiva mucho impulsar un proyecto de impacto social y público. No solo difundir lo que uno hace, sino que también traspasar el conocimiento a la comunidad.
¿Fue difícil esta decisión?
No fue difícil. Un poco de nostalgia de trabajar directamente con estudiantes en un grupo de investigación, quizás, pero fue una decisión madurada. Yo empecé a hacer este proceso de cierre desde el 2013, cuando escribí mi último proyecto FONDECYT. Ahí me plantee el poder cerrar ciertas preguntas que estaban abiertas y enfocarme en algunos aspectos que eran los más interesantes que se estaban desarrollando en ese momento en el laboratorio. Además, en esa época tenía cinco alumnos de doctorado y varios de pregrado, entonces tenía que coordinar muy bien cómo organizar el trabajo de esas tesis.
Ya cerraste el laboratorio, ¿cómo fueron las despedidas?
Fueron muy emotivas, muy gratificantes. Mis estudiantes me hicieron una comida de despedida y luego yo hice una invitación abierta a celebrar el cierre del lab a todos los que alguna vez pasaron por él, más de 50 personas, entre ellos 13 tesistas de doctorado y 21 de pregrado. Fue muy bonito ver que había mucha gratitud y cariño, y que entre todos habíamos formado una escuela. Muchos me relataron que vieron en mí un modelo de cómo ser académica, y que valoraron el que yo también tuviera otros intereses, como el arte o el tema de la mujer. Hicimos estas reuniones en mayo y tengo una foto con mi primera alumna graduada, Virginia Garretón y el último, José Ugalde. Muy emocionante.
Cuéntanos un poco más de tu proyecto educativo.
Estoy presentando un “Proyecto Fondef” y un “Proyecto Explora”. La idea general es desarrollar una metodología de enseñanza integrada de las Ciencias Naturales y las Artes (Visuales, Escénicas, Música), a través de talleres experienciales. ¡Hay una conexión entre estos mundos, uno lo ve en las imágenes de las estructuras biológicas, que son hermosas!, tanto a nivel macro como micro. La idea de estos proyectos, en los que involucré además a otros biólogos, educadores y artistas, es desarrollar una estrategia multidisciplinaria, que integre curricularmente los objetivos de aprendizaje de las ciencias y el arte, orientado inicialmente a niños del Primer Ciclo Básico (primero a cuarto).
El año 2017 armé el primero de estos talleres integrados, que se llamó “El arte y las plantas”. La idea es enseñar el ciclo de vida de las plantas, desde semilla a fruto, entendiendo cómo las plantas se desarrollan y reproducen. Hicimos dos experiencias piloto de este taller, en Recoleta y en Pichilemu. Ambas en escuelas municipales, fue un éxito total. Para mí, fue hermoso ver este proceso cultural de cómo los niños pueden aprender de una forma entretenida. Por esto, me interesé en seguir desarrollándolo a futuro.
Pretendo en un futuro desarrollar otros talleres, con la participación de colegas de la Facultad, relacionados con el cuerpo humano y con los ecosistemas marino y terrestre.
Vengo de una familia de interés artístico, mi abuela era una pintora reconocida, incluso en un minuto dudé si dedicarme al arte, pero cuando terminé mi formación en las ciencias, decidí abordar el mundo del arte en paralelo. He sido una eterna aprendiz. Tomé talleres de dibujo, pintura, escultura en madera y otros materiales, grabado. Así he conocido y disfrutado de las diversas técnicas de las artes visuales. He ido experimentando con mucha libertad y placer, orientándome al proceso más que el producto final, ya que no vendo mis obras.
Loreto, tú fuiste parte de un movimiento de mujeres científicas de la Facultad que ha buscado visibilizar los obstáculos que tienen las mujeres en la academia, a través de estudios y de poner el tema en la agenda, ¿cómo has vivido el movimiento feminista que ha surgido?
Con mucha emoción. Nunca pensé que viviría para verlo –se le llenan los ojos de lágrimas-. Cuando nosotras levantamos el tema había mucha incomprensión y descalificación de parte de nuestros colegas hombres y de las autoridades, y aún así seguimos. Hoy me parece estar viviendo un punto de inflexión, un cambio histórico muy relevante y que espero logre instaurar en la sociedad y en la Universidad discusiones de mayor profundidad, que permitan visibilizar los estereotipos y sesgos implícitos, y desnaturalizar la segregación y violencia contra las mujeres.