Relevar la importancia de la ciencia básica en Chile es lo que destaca la revista científica BMC Biology…
octubre 7, 2022
Durante más de 100 años, la mosca ha sido un buen modelo de estudio para responder preguntas relevantes en biología. No es menor decir que, algunos principios de cómo los genes contribuyen al desarrollo embrionario fueron descubiertos gracias a estudios en la mosca de la fruta, lo que se vio reflejado en el Premio Nobel de Fisiología y Medicina otorgado el año 1995 a los Profesores Edward Lewis, Christiane Nüsslein-Volhard y Eric Wieschaus. En pleno siglo XXI, son cientos de laboratorios en el mundo que trabajan con este insecto y un claro ejemplo se encuentra en Chile, específicamente en nuestra Facultad.
Recientemente un equipo de los Laboratorios de Tráfico Intracelular y Señalización y de Neurogenética de la Conducta, ambos del Departamento de Biología Celular y Molecular de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile, ha identificado las funciones que tienen los receptores de Lipoforinas en la estructura y función de una región cerebral muy importante en Drosophila, comúnmente conocida como mosca de la fruta.
El trabajo
publicado en la revista científica BMC Biology, detalla las funciones que
tienen esos receptores, más allá de un rol en el transporte de lípidos (y que
es la razón por la que esta familia de proteínas es tan conocida en la
literatura). Un tema eruptivo que ha despertado interés internacional porque
estos receptores sólo se han estudiado en insectos en el contexto de trastornos
en transporte lipídico.
“Desde estudios en mamíferos
existen antecedentes de que esta familia de proteínas participan en el correcto
desarrollo de estructuras cerebrales, ayudando a posicionar las neuronas
correctamente, y que en etapas más adultas tendrían un rol en plasticidad
neuronal. Sin embargo, el trabajo publicado, intenta dilucidar si estas
funciones se encuentran conservadas en la mosca…”, detalla la autora del
proyecto.
Francisca Rojo, primera autora,
comenzó una larga y ardua tarea de estudiar el papel de estas proteínas que son
receptores de la membrana celular y que están en muchos tipos de células, pero que,
en el caso de la Drosophila, estaban
involucrados en el metabolismo lipídico asociado al sistema reproductivo.
“Durante el proceso, se evaluó el papel de estas proteínas usando distintas
aproximaciones, y usando varias herramientas para cada receptor, que finalmente
dieron el resultado de un cambio en la estructura y funciones cerebrales en la
mosca (conductas del sueño y memoria aversiva)”, agrega.
Trabajo interdisciplinar
El cerebro de una mosca Drosophila
melanogaster, mide aproximadamente 0,5 mm. Estudiar este tipo de seres
vivos, requiere especial cautela y fue precisamente lo que ha estado haciendo
Francisca desde el año 2017.
El proyecto que dio resultado a este trabajo publicado hace menos de un mes, fue apoyado y gestionado por los profesores María Paz Marzolo y Jorge Campusano. “Desde hace tiempo queríamos hacer un trabajo que vinculara el trabajo de biología celular y neurociencia que realizamos en líneas celulares de vertebrados con el de neurociencia de la conducta usando el modelo de mosca”, especifica la Dra. Marzolo. “Era una ambición tremenda trabajar con dos laboratorios distintos hasta que finalmente la Dra. Rojo comenzó a trabajar con nosotros y logramos establecer a la mosca como un modelo para estudiar los receptores”, detalla el profesor Jorge Campusano.
“Lo que hace Francisca es
inédito, y consiste en avanzar en entender cómo las señales moleculares son
responsables de la formación de una estructura cerebral que podría darnos luces
de lo que podría pasar en personas con trastornos de neurodesarrollo como
esquizofrenia o que sufren enfermedades neurodegenerativas, asociadas al
envejecimiento. Esto antes no se había hecho con estos receptores en
particular”, agrega la profesora Marzolo.
Francisca, quien tiene el grado de Doctor en Ciencias Biológicas mención Biología Celular y Molecular, no solo fue el motor de una inédita investigación, sino que también permitió que dos laboratorios con líneas de investigación distintas, conversaran y derribaran los muros que hay en la ciencia. No por nada, el Dr. Serge Birman, la acogió durante cinco meses en su laboratorio en Francia, en donde pudo avanzar en su proyecto de tesis del doctorado.
“Ha sido un largo trabajo, con
altos y bajos como, por ejemplo, las implicancias que tuvo la pandemia en el
correcto desarrollo del trabajo. Pero seguí adelante, principalmente por la motivación
que me causó el primer experimento. Recuerdo la primera vez que expusimos las
neuronas de moscas en cultivo a Reelina, una proteína de mamíferos, y
observamos efectos semejantes a las que se detectan en neuronas de mamíferos.
Esto me dejó con muchas preguntas. Teníamos que saber qué proteínas estaban
involucradas…”, recuerda Francisca.
Desde entonces, la investigadora
ha trabajado tarde y noche en los laboratorios de Casa Central, incluso cuando
había restricción por pandemia, trasladándose desde Puente Alto a Santiago
Centro todos los días. “Tenía que cuidar
las moscas para avanzar en mi investigación… tenía que dedicar todo mi tiempo en
esto. Incluso encontré un sistema que me permitiera ir a casa y seguir
monitoreando las moscas”, agrega Francisca.
Parte de ese trabajo fue reconocido el año 2021 por la Sociedad de Biología Celular de Chile, otorgándole el premio a “La mejor imagen en Biología Celular y Molecular”. El desafío de Francisca consistió en extraer el cerebro y lograr disectar éste sin dañarlo, lo que le tomó un par de años. Aquella fotografía fue tomada durante la pandemia, entre cuarentenas, y fue parte de aquellos experimentos que permitieron la publicación científica.
La publicación da luces para
seguir apostando en la ciencia básica, y sobre todo en capital humano. Para el
equipo de trabajo, ha sido una experiencia enriquecedora que necesita ser
reconocido para que otros también sigan apostando por trabajos
interdisciplinarios.
“(…) Que la Dra. Rojo aprendiera
cosas de biología celular, desde mi laboratorio, fue increíble. Ver imágenes
como la que destacó la SBCCH era un sueño que teníamos hace mucho tiempo y fue
por fin concretado. Sin dudas, es un trabajo en equipo y esto refleja mucho
que, uno de los mejores capitales que tenemos en la Facultad, es el capital
humano… nuestros estudiantes son muy buenos y hay que apoyarlos”, agrega el Dr.
Campusano.
“La interdisciplina es
fundamental. Fue una bonita apuesta y resultó… y con harto esfuerzo por parte
de ambos laboratorios, dado que este proyecto no estuvo directamente financiado
por ninguno vigente, pero abre las puertas a una nueva línea de investigación,
en la que ahora hay dos estudiantes mas trabajando de manera colaborativa .
Esta es una investigación de ciencia básica que tiene proyecciones a la
biomedicina. Lamentablemente, la ciencia básica en nuestro país, está menos
financiada. Hay que volver a invertir para poder desarrollar más de este tipo
de trabajos”, agrega la Dra. María Paz Marzolo.
¿Y para ti Francisca… qué significó?
“Fue muy entretenido averiguar, estudiar, y pasarme horas viendo moscas. Fue desafiante y eso es la parte entretenida. También me gustó mucho tener visión de los dos laboratorios, y poder ayudar a mis compañeros a contestar sus inquietudes. Ahora, lo que busco a futuro es tener otro modelo para probar blancos moleculares y de forma accesible. ¿Cómo se logra eso? Yo creo que es como dicen los profesores Campusano y Marzolo: hay que derribar muros para conversar… abrir la ciencia y apoyarla”, finaliza esta entrevista.