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Dr. Pérez Matus: “Los bosques de macroalgas son ecosistemas fundamentales que sostienen la biodiversidad de los arrecifes costeros”

diciembre 10, 2025


photo_camera Foto: Dr. Alejandro Pérez Matus

Las personas hemos estado conectadas con los bosques de algas pardas por más de 16 mil años. Se piensa que estos bosques submarinos ayudaron a las comunidades costeras a migrar desde el noreste de Asia hacia América, al ofrecer rutas de navegación con menos oleaje y fuentes de alimento para los navegantes.

Hoy estos bosques están presentes en casi el 28% de las regiones costeras templadas, lo que equivale a cinco veces la superficie de los arrecifes de coral. Son focos de biodiversidad que ofrecen alimento, refugio y zonas de crianza para innumerables especies marinas y, además, contribuyen a la captura de carbono, la producción de oxígeno y la protección costera.

Asimismo, sostienen múltiples pesquerías (áreas geográficas donde se capturan peces y otros animales marinos), y también son un recurso en sí mismo, ya que constituyen la materia prima para la obtención de alginato -polisacárido natural que se extrae de las algas pardas y forma geles viscosos-. Este producto es muy utilizado en la vida diaria: se encuentra en los espesantes que dan textura a los helados y otros alimentos, en estabilizadores de la pasta de dientes, e incluso, se usa en el cultivo de células madre, entre otros.

Actualmente, los servicios ecosistémicos que entregan las macroalgas pardas a nivel mundial están avaluados entre 465 y 562 mil millones de dólares al año.

La intensa extracción del huiro palo en Chile

La extracción de este recurso -al menos desde praderas naturales- está concentrada en pocos países. Chile es uno de ellos, ya que representa el 30% de las exportaciones a nivel mundial.

En el país, el huiro palo (Lessonia trabeculata) domina los fondos submareales rocosos. Esta alga es extraída por buzos-pescadores artesanales que utilizan hooka (buceo semiautónomo) y una técnica llamada “barreteo”, que consiste en arrancar el alga desde su base o disco con un fierro o palanca, llamada barreta.

Si bien este es el método recomendado -ya que las algas no vuelven a crecer si solo se cortan-, deja zonas desnudas en el fondo marino. Esto provoca mayor exposición a la luz, genera espacios abiertos para la colonización y aumenta la vulnerabilidad de las algas en crecimiento frente a herbívoros como erizos y caracoles.

En muchos casos, la recuperación es lenta e incierta, lo que genera preocupación sobre la sostenibilidad de la explotación actual.

Foto: Dr. Alejandro Pérez Matus

Presión de herbívoros y depredadores

Considerando este escenario, científicos de Chile, Perú y Reino Unido realizaron una investigación para comprender mejor cómo se recuperan estos bosques frente a la intensa explotación a la que están sometidos.

El equipo -liderado por el académico de la Facultad de Ciencias Biológicas UC y director del Núcleo Milenio para la Ecología y la Conservación de los Ecosistemas de Arrecifes Mesofóticos Templados (NUTME), Alejandro Pérez Matus-, realizó un experimento de barreteo en tres sitios del norte y centro de Chile, comparando distintos regímenes de manejo.

En Chile, la gestión de los bosques de algas ocurre principalmente a través de las Áreas de Manejo (AMERB o TURFs), administradas por organizaciones de pescadores que definen cuotas y regulan la extracción. En contraste, las Áreas de Libre Acceso (OA) son zonas con menor regulación y fiscalización.

Durante más de tres años, el grupo de investigadores monitoreó la recuperación de las algas y su tamaño, así como la presión de herbívoros y la abundancia de depredadores.

“Observamos que la recuperación es lenta y variable a lo largo de la costa. Sin embargo, en al menos dos de las tres áreas de manejo las algas se recuperaron mejor que en las áreas libres, aunque incluso después de 3,5 años aún no alcanzaban grandes tamaños”, explica Pérez Matus. En cambio, “las áreas libres mostraron mayor abundancia de herbívoros, lo que retrasó significativamente la recuperación debido al consumo por parte de estos herbívoros, como erizos y peces”. “Estos resultados subrayan la importancia del equilibrio ecológico y del manejo vinculado a las AMERBs para la resiliencia de los bosques de algas”, señala.

Dr. Alejandro Pérez Matus

Luz roja: efectos de la extracción a largo plazo

Este proyecto arrojó luces sobre la compleja ecología que sustenta la recuperación de las algas y los efectos de su extracción a largo plazo. “Los hallazgos resaltan la necesidad de ir más allá de las normas actuales y adoptar planes de gestión adaptativos, locales y con fundamento ecológico”, advierte el profesor de la FCB.

Los resultados de este trabajo se expusieron en una reunión multisectorial con pescadores, científicos, ONG y representantes gubernamentales de Chile y Perú, donde se discutieron diversas estrategias como programas de monitoreo, manejo adaptativo y gobernanza inclusiva para asegurar la sostenibilidad de estos ecosistemas marinos.

“Los bosques de algas en Chile y Perú son mucho más que una fuente de alginatos: son ecosistemas fundamentales que sostienen la biodiversidad de los arrecifes costeros, los medios de vida y la resiliencia climática”, subraya el científico.

A medida que aumenta la demanda mundial por sus productos, también crece la urgencia de gestionarlos con prudencia. La historia de las algas marinas nos recuerda que incluso los productos que encontramos en nuestras casas nos conectan con bosques submarinos lejanos, y que la ciencia, las comunidades y las políticas deben trabajar en conjunto para protegerlos.

Gestión de prensa: Ana María Bolumburu – Visión Universitaria



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