Cabe destacar que el Dr. Moreno hace referencia a la experiencia científica en esta área como miembro del Centro de Bioética UC.
Citamos: “Junto con el descubrimiento del material genético (DNA, por sus siglas en ingles), el 25 de abril del 1953 por los investigadores Francis Crick y James Watson, se abrió una puerta en la investigación en biología y su aplicación en la biomedicina. A poco andar ya se hablaba de poder estudiar las bases de las enfermedades genéticas hereditarias y eventualmente poder corregirlas. En los años 70ś la ciencia presenció el avance las llamadas Biología Molecular y la Ingeniería Genética, dos áreas de la Biología que comenzaron a desarrollar técnicas para modificar genéticamente el genoma de bacterias. Es así como se produjo la primera molécula de Insulina hecha por bacterias. En el siglo XXI conocemos completamente el genoma de varias especies animales, incluyendo el homo sapiens, por lo que estamos cada vez más cerca de completar el sueño de Francis Crick y James Watson, de los años 50.
Una nueva visión de la genética en el siglo XXI es modificar la expresión de los genes, no los genes mismos, lo que se podría traducir en un cambio en el “fenotipo” o característica que regula un gen determinado. Es así como la agencia que controla los ensayos clínicos y uso de drogas (FDA) en los Estados Unidos ha aprobado el uso de algunas drogas que modulan ciertos genes. Una de estas drogas es la llamada GTX-102, la cual está diseñada para activar el gen UBE3A en pacientes con síndrome de Angelman. En una primera ronda de experimentos, algunos de estos pacientes (entre 5 y 15 años de edad) experimentaron cambios notables en su comportamiento cognitivo, lo que abre grandes esperanzas a la humanidad para al fin encontrar un remedio para esta patología 1. Sin embargo, en 5 pacientes que recibieron una dosis mayor de esta droga presentaron una debilidad muscular en las piernas, y de éstos 2 no pudieron caminar.
No es nuevo para nosotros que la mayoría de los medicamentos que tomamos pueden tener efectos adversos. Sin embargo, la mayoría de estos efectos son conocidos y deben ser menores que los beneficios. En este caso, los investigadores, mencionan que este debilitamiento muscular en las piernas es una sorpresa, ya que no se observó en ninguna de las pruebas pre-clínicas con animales modelos. Una de las preguntas que surgen inmediatamente es entonces que, tal vez los animales modelos que se usaron, no son buenos modelos para este caso. Este es un problema que subyace a toda investigación en biología. En general hay un grupo de animales modelos que se usa para todas las enfermedades. Estos modelos están encabezados por los roedores, y en menor grado por otros como: primates, cerdos u otros mamíferos. Entonces, ¿cuál es el mejor modelo para estudiar una cierta patología? Esta es una pregunta que aún no tiene una buena respuesta.
Otro punto importante para destacar es que pese a que conocemos mucho de cómo funciona, aún estamos lejos de comprender toda la maquinaria que lo regula, y cómo ésta se ve afectada cuando se interfiere con un agente externo. Un concepto importante en este caso es la seguridad de una droga. En el caso particular de una droga que actúe sobre la expresión de un cierto gen, no es deseable que por similitud u otro factor altere un gen no deseado, o peor aún, desconocido, lo que puede traer consecuencias inesperadas.
Un tercer punto a tener en cuenta, en estos casos, es que es posible que la ruta de administración de la droga, que en este caso fue una inyección directa en el líquido céfalo raquídeo, pueda presentar alteraciones técnicas.
Una de las lecciones que nos deja el caso de hoy, es la importancia de profundizar en el estudio de la ciencia básica, en primera instancia, antes de saltar a la biomedicina. Lo segundo es que en bioética se habla del “principio precautorio”, es decir, tener todas las herramientas y conocimientos posibles, antes de tomar una decisión y avanzar a la segunda etapa. En el ansia de la aplicación de los nuevos conocimientos al bienestar humano, muchas veces los investigadores en biomedicina establecen excelentes modelos de cómo funcionan los seres vivos a un nivel celular y molecular. Estos modelos nos permiten intervenir con agentes exógenos (ej. Fármacos) que puedan alterar su funcionamiento. Sin embargo, nos olvidamos de la cantidad de información que desconocemos. ¿Cuánto realmente sabemos del sistema a intervenir? ¿Es suficiente con los datos que tenemos? Es bueno recordar las palabras de San Buenaventura, citado por SS Juan Pablo II en la encíclica Fides et Ratio. “No es suficiente la lectura sin el arrepentimiento… la inteligencia sin la humildad, la reflexión sin la sabiduría inspirada por Dios”, finaliza la columna.