La historia de Andrés Molina: un biólogo marino que fue a la antártica para estudiar el calentamiento global
octubre 14, 2022
Desde los inicios de la pandemia
hemos aprendido la importancia de la colaboración en las ciencias para su
respectivo desarrollo. Hasta ese entonces, poco se consideraba la cooperación
por sobre el individuo. Y es que, nos dimos cuenta que, difundir las ciencias
desde la academia ante una crisis sanitaria de nivel mundial, puede salvar
vidas.
A medida que avanzamos hacia un mundo más colaborativo, los principios adquiridos a través de la educación y el compromiso entre pares, se han vuelto más importantes que nunca. Tal como indica el Premio Nacional de Ciencias Naturales 2020, Francisco Bozinovic, “sin trabajo colaborativo hay un mundo de pérdida. Se pierde demasiado conocimiento y oportunidades por trabajar solo”.
¿Pero qué nos muestran estas
experiencias?, ¿qué sucede cuando un/a estudiante no solo es oyente de un
proyecto, sino que también participa activamente de éste?
Cuando el trabajo colaborativo tiene sus frutos en investigaciones de alto impacto…
En los últimos años la
temperatura promedio del planeta ha aumentado rápidamente, asociando este
fenómeno al cambio climático. Sin dudas que, uno de los grandes desafíos para
la ciencia es comprender cómo las comunidades ecológicas y las múltiples
especies que las componen, se ven afectadas por el incremento de la
temperatura, inclusive las que se encuentran en zonas inhóspitas como la
Antártica.
Fue entonces que al conocer la participación de su profesor Enrico Rezende, junto a un grupo de investigadores de la Universidad Andrés Bello, en un proyecto que buscaba estudiar los efectos del aumento de temperatura sobre organismos que habitan en la Antártica, tuvo la posibilidad de llevar a cabo su investigación. Este proyecto se centró en organismos ectotermos, es decir, que su temperatura corporal depende de la temperatura del ambiente al no poder regularla internamente.
El equipo de investigación durante años ha estado interesado en comprender cómo la variabilidad ambiental afecta el funcionamiento de animales en ambientes extremos, preguntándose, por ejemplo, ¿cómo el incremento de la temperatura en el agua de mar puede afectar el desempeño biológico de esos organismos antárticos? Las implicaciones de estos estudios, son de gran relevancia para comprender las consecuencias del cambio climático. Sin embargo, al día de hoy hay pocos análisis cuantitativos sobre este tema en las comunidades antárticas.
“La historia del paper recientemente publicado (por su nombre en inglés, “Heat tolerance of marine ectotherms in a warming Antarctica”), es interesante, ya que hay mucha literatura, viajes involucrados y trabajo en equipo. Siento que hay dos grandes componentes: uno es que, pudimos sintetizar toda la información que había sobre tolerancia del calor en la antártica en un solo trabajo; y la otra, es que cuantificamos como la supervivencia de diferentes especies podría verse afectada en diferentes zonas del océano”, nos cuenta Andrés.
“Tomamos escritos de 1960 hasta
la fecha, y estudiamos todo lo que se había publicado en tolerancia térmica. No
existía ningún documento previo que sintetizara todos esos datos. Además,
analizamos todos esos datos en su conjunto llegando a conclusiones bastante
interesantes”, agrega.
El profesor Enrico Rezende, no le baja el perfil al impacto de esta publicación y al arduo trabajo del biólogo marino: “La forma de estimar la tolerancia térmica varía mucho de cada metodología, dependiendo del organismo, y como dice Andrés: no había ningún documento o una forma de juntar todo y sacar una conclusión. Hoy tenemos patrones bien marcados, gracias a este trabajo que sin dudas es relevante para comprender aún más las consecuencias del cambio climático. Es un trabajo colaborativo en todas sus palabras porque hay equipo humano de la Facultad, de la Andrés Bello y el Instituto Antártico Chileno…”, define.
“La fauna marina antártica ha
evolucionado de tal forma que es capaz de soportar gélidas aguas y lo hace a
través de diferentes mecanismos para producir calor. Sin embargo, hay
organismos que, pese a esas adaptaciones, no son capaces de independizar su
temperatura corporal del medio externo. Demostramos que muchas especies marinas
ya encuentran temperaturas potencialmente estresantes en Antártica (al menos
durante el verano). Podemos decir, por ejemplo, que los peces tienden a tener
una menor tolerancia a estrés agudo, es decir sufren más con las fluctuaciones
térmicas intermitentes que ocurren en el intermareal a diferencia de otros
organismos que forman estrategias distintas para tolerar el calor, pudiendo ser
más susceptibles al estrés crónico o permanente”.
En el marco de este proyecto Andrés
también formó parte de un equipo que viajó a Antártica para evaluar la
respuesta de los organismos antárticos al aumento de la temperatura. “En esta
campaña también hicimos mediciones de consumo de oxígeno, con el fin de poder
predecir no solo la mortalidad sino también la respuesta metabólica o
energética de los organismos al aumento de la temperatura”, agrega.
El trabajo, que inicialmente fue la tesis de Andrés, fue publicado en la revista científica Global Change Biology, la cual es revisada por pares y cubre la investigación sobre sistemas biológicos y su respuesta a todos los aspectos del cambio global, siendo de alto impacto.
“El calentamiento global es un
hecho. Efectivamente sabemos que la antártica se está calentando y también
sabemos que los datos actuales podrían llevar a mortalidad en algunas especies debido
al calor, ya sea en el submareal o el intermareal. Obviamente son datos
fragmentados que tienen matices, pero son un gran punto de partida ya que quizás,
en un futuro, podremos saber cómo esto podría escalar a mayores niveles, y
podremos saber cómo se podría ver afectada toda una red interacciones y saber
si hay posibilidades de reestructuración”, finaliza Andrés.
Agradecimientos en esta nota al equipo de trabajo Andrés Molina (PUC), Enrico Rezende (profesor de la PUC), Mauricio Carter (profesor de la UNAB), José Pulgar (profesor de la UNAB) y al Instituto Antártico Chileno (INACH).