“Ritmos circadianos y jet lag social”, análisis y cometarios del profesor Luis Larrondo
diciembre 6, 2021
El profesor Luis Larrondo es Bioquímico y Doctor en Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Sus líneas de investigación se enfocan en los mecanismos moleculares de los relojes circadianos, en particular como funcionan con una notable precisión y sincronización con el ambiente. Para esto utiliza como modelos de estudio hongos, y distintas aproximaciones de biología sintética, tales como optogenética. A continuación, nos gustaría compartirles la columna de Ciencia en EMOL:
“Desde el comienzo de los tiempos los organismos hemos estado expuestos a un ambiente altamente cambiante pero que a su vez, muestra ciertos patrones rítmicos y por lo tanto, predecibles. Así, los individuos estamos sometidos constantemente a un inevitable continuo de días, y noches: repeticiones de bloques de 24 horas que no sólo nos ayudan a recordar el paso del tiempo, sino que van otorgando una organización temporal a nuestra biología y a los procesos moleculares que ocurren en nuestras células, órganos y cuerpos.
Los relojes circadianos (del latín circa diem o cercano a un día), son maquinarias moleculares que permiten generar patrones rítmicos en los procesos biológicos, confiriéndoles una ritmicidad cercana a las 24 horas, y coordinando la temporalidad de nuestros eventos celulares y sistémicos con los ciclos día-noche. Una de las consecuencias más explícitas de su existencia son los diarios ciclos de sueño-vigilia: el que nos despertemos todos los días a una cierta hora (en general cercana a la salida del sol), y que nuestro cuerpo nos pida ir a acostarnos unas 14-16 horas más tarde, es un recordatorio constante que el tiempo (a través de mecanismos circadianos) rige nuestra biología.
Se podrían escribir innumerables libros acerca de distintos aspectos de los ritmos circadianos, desde su descripción molecular hasta la intrincada y notable forma cómo controlan nuestra fisiología y comportamiento. No sólo en humanos y otros mamíferos, sino que también en insectos, plantas, hongos y también bacterias. Sin embargo, hoy quisiera comentar un tema que, en el contexto actual, resulta particularmente interesante (…)
A pesar de que los ciclos de luz y oscuridad son potentes señales que, día a día, permiten mantener sincronizado nuestro reloj circadiano a la hora geográfica local, la vida social moderna no siempre está alineada con lo que ocurre en el ambiente. Por lo mismo, puede ser frecuente que nuestros compromisos y deberes nos hagan ignorar el mensaje de dormir cuando cae la noche, o de levantarse junto a la salida del sol. Este desalineamiento es conocido como “jet lag social” (JLS) y, en parte, es lo que finalmente nos lleva a necesitar de un despertador para levantarnos en las mañanas laborales o de estudios, para luego tratar de recuperar parte de ese sueño perdido durante el fin de semana.
El JLS es como funcionar en un huso horario mientras en verdad se está en otro, manteniendo un desfase crónico que, dentro de una de sus consecuencias más claras, lleva a un déficit de sueño. Una medida cuantitativa del JLS se puede obtener comparando el punto medio de sueño de un individuo durante los días laborales versus días libres.
La vida en pandemia en estos últimos 2 años ha presentado una oportunidad única para evaluar cómo un escenario distinto, con nuevas reglas y estímulos sociales, puede impactar y alivianar el JLS. Así, el trabajo remoto, horarios de trabajo más flexibles, menores actividades sociales fuera del hogar, etc, cambiaron algunas de las presiones del “tiempo social” que conducen al JLS, eliminando tiempos de desplazamiento (disminuyendo en parte la necesidad de estar en el trabajo antes de despertarnos naturalmente), minimizando también actividades nocturnas durante la semana (los “after-office”).
A través de la encuesta “Global Crono Corona” (Global Chrono Corona Survey (GCCS), un grupo de investigadores evaluaron los comportamientos diarios antes y después de las restricciones sociales (RS) asociadas a la pandemia COVID-19, analizando parámetros tales como duración del sueño y estimados de JLS. Dentro de los resultados sobre 11.431 participantes en 40 países, observaron que, durante las RS, la presión del tiempo social disminuyó, mientras que el sueño aumentó y hubo una disminución ostensible en el JLS. Es más: los datos mostraron un menor uso de reloj despertador durante las restricciones…
Entre los aspectos negativos, se observó una disminución en el tiempo que se pasa al aire libre con una consecuente disminución a la exposición a la luz natural. ¿Por qué esto último podría no ser bueno? El punto es que se ha documentado cómo la luz de sol (insuperablemente más potente como señal circadiana que cualquier luz artificial), tiene un efecto positivo en sincronizar mejor nuestro reloj, disminuir el JLS, así también como favorecer nuestra salud mental. Pero de forma importante, este estudio mostró cómo las presiones sociales de nuestro estilo de vida moderno inciden sustancialmente en el JLS, lo que a la larga implica una alteración de nuestros ritmos circadianos. Ahora, es importante recalcar que esto último no solo involucra problemas de sueño, ya que hay un sinnúmero de estudios que grafican cómo la alteración circadiana crónica aumenta el riesgo de una serie de enfermedades.
Un reloj circadiano desincronizado es como una orquesta sinfónica sin su director, donde al perderse la armoniosa distribución temporal de ciertos procesos puede traer una serie de problemas: desde baja de rendimiento en el trabajo o los estudios, hasta una mayor incidencia de ciertas patologías. Lo interesante de esta investigación y otras similares que se han llevado a cabo en esta extendida pandemia, es que resaltan el cómo la flexibilidad en los horarios de trabajo (o colegios) puede presentarse como una intervención social para una mejor salud. Mejor aún, estos estudios resaltan que, el alivio de la presión social, podría inclusive ayudarnos a deshacernos de los despertadores para siempre. Así, sin planificarse a priori como tal, la RS asociada a la pandemia COVID-19 ha terminado siendo un gran experimento circadiano (…)
Sin duda que uno de los resultados más relevantes revelados por diversos análisis, tales como los mencionados, es el claro aumento en la duración del sueño mostrada durante la RS, comparado con antes de ésta, así como una importante reducción del JLS. Estos beneficios (notables desde la perspectiva de la investigación circadiana y del sueño, así como desde el área de la salud pública) se lograron sin grandes cambios negativos en la calidad del sueño. Es importante recalcar que estas investigaciones, hacen eco de una serie de análisis similares llevados a cabo por otros científicos en distintos lugares del planeta durante este periodo. Aportes positivos para mencionar entre las lecciones que nos ha ido dejando esta larga pandemia”, concluye.
Gestión de Prensa: Columna de opinión de EMOL por el Profesor titular de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica, y director del Instituto Milenio de Biología Integrativa (iBio); Gestionada por el Proyecto Ciencia 2030