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¿Qué construye comunidad? La experiencia con juegos económicos y comportamientos prosociales

enero 4, 2022


photo_camera Mariella Canales y Susana Cárcamo

Los humanos somos seres sociales, vivimos en comunidades, compartimos espacios y bienes que son comunes, como los parques, las plazas, los centros de salud y educacionales, las bibliotecas públicas; también son bienes comunes las colaboraciones relacionadas al conocimiento, como por ejemplo los colectivos de programadores que trabajan en el desarrollo de softwares libres y de código abierto. La gestión de estos bienes de uso común requiere de comportamientos que tengan en cuenta el bienestar de toda la comunidad y no sólo el beneficio de unos pocos.

También existen actividades que necesariamente se realizan en equipo, donde todos los participantes trabajan en conjunto para lograr el éxito o para completar una tarea que producirá un bienestar a toda la población, repartiendo equitativamente los costos y beneficios que implica esa labor. Las pesquerías locales son un ejemplo de una actividad que proporciona trabajo y alimentos a millones de personas en el mundo, su gestión sostenible requiere que las personas que conforman estas asociaciones tengan comportamientos prosociales.

Un equipo de investigación de la Pontificia Universidad Católica de Chile y de James Cook University de Australia, además del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad , y el Instituto Milenio en Socio-Ecología Costera SECOS, estudiaron las características socioeconómicas que influyen en el comportamiento prosocial y de negociación de pescadores artesanales de la Región de Valparaíso, en las localidades de San Antonio, El Quisco y Las Cruces, utilizando tres tipos de juegos económicos experimentales: bienes públicos, confianza y comercio.

La metodología que usaron y los hallazgos que encontraron fueron publicados por la revista Scientific Reports bajo el título An experimental look at trust, bargaining, and public goods in fishing communities”. Conversamos con Cristian Rojas, autor principal del estudio e investigador posdoctoral en CAPES y SECOS.

¿Qué es el comportamiento prosocial?

Comenzando por lo fundamental, necesitamos comprender qué es el comportamiento prosocial, nos ilustra Rojas: “En el contexto del estudio, el comportamiento prosocial es toda aquella actitud o acción que presenta un beneficio para otra u otras personas, ejemplos comunes son la cooperación y el altruismo. Estos comportamientos son relevantes para toda actividad que requiere la coordinación del esfuerzo de más de una persona, y son particularmente importantes para actividades cuyo éxito está basado en la cooperación, como es el caso de los bienes de uso público (public goods) en general y las pesquerías en particular”.

Buscando entender cómo ciertos comportamientos como la cooperación, la confianza, la reciprocidad y el regateo son necesarios para la gobernabilidad sustentable de los recursos marinos en las comunidades de pescadores artesanales, tanto en Chile como en el mundo, surge esta investigación que trata de comprender cuáles son las variables que afectan estos comportamientos prosociales.

Jugando se conoce a las personas

El comportamiento humano es extremadamente complejo y puede verse afectado por estímulos externos e internos. Para poder estudiar y entender las motivaciones e interacciones humanas los investigadores recurren, entre otros instrumentos, a los juegos. Estos “representan una simulación simplificada de la realidad, permitiendo que las personas, siguiendo reglas simples, actúen conforme a sus convicciones y deseos, revelando así sus preferencias”, señala el economista ambiental.

Además, el conocer las preferencias de las personas permite aislar e identificar distintos comportamientos y así comprender cómo diferentes estímulos o variables los afectan. “Es fundamental entender cómo el comportamiento humano afecta el entorno social, económico y ecológico en el cual las personas se desempeñan, los juegos representan una herramienta que permite estudiar estas interacciones. Dependiendo de las reglas que se establezcan, es posible crear juegos para estudiar distintos tipos de comportamiento sean estos prosocial (como la cooperación), antisocial (como la traición), u otros (como la negociación)”, señala Rojas.

Créditos fotografía: Mariella Canales y Susana Cárcamo

Los investigadores diseñaron y aplicaron tres tipos de juegos distintos en las comunidades pesqueras: de bienes públicos, de confianza y de negociación, para explorar cómo las características de los participantes influyen en tres tipos de comportamiento relevantes para la gobernanza de los bienes comunes: cooperación, confianza, reciprocidad y regateo.

Juguemos

En los juegos de bienes públicos se evalúa la cooperación y los comportamientos de aprovechamiento libre, características comunes de recursos de uso común como la pesca. Las personas pueden decidir si contribuir o no a un bien público, los beneficios más altos para un individuo ocurren cuando todos los demás contribuyen, pero él o ella no lo hace, y el más bajo es cuando ese individuo contribuye, pero nadie más lo hace. Las contribuciones al bien público pueden utilizarse como medida de cooperación y no aportar nada se ve como una medida de egoísmo.

En los juegos de confianza generalmente un jugador, el remitente, puede enviar dinero a otro jugador, el destinatario, el dinero es multiplicado en esta etapa por quien está realizando el experimento. Luego, se le pregunta al destinatario si quiere devolver dinero, al remitente original, por lo que la recompensa del primer jugador es más alta si confía en el segundo jugador y si esa confianza es recíproca. El dinero enviado por el remitente es un indicador de confianza de su parte, y el dinero enviado de vuelta por el destinatario es visto como una medida de confiabilidad (o reciprocidad). Este tipo de juego se usa para comprender los niveles de cohesión social que pueden influir en la resolución de conflictos y el cumplimiento en las comunidades pesqueras que autogestionan sus recursos.

Los juegos de negociación se usan para comprender cómo reaccionarán las comunidades pesqueras que gestionan los bienes comunes a las fuerzas del mercado, que son un importante impulsor del cambio en la pesca en pequeña escala. En estos juegos a los participantes se les asigna el papel de compradores o vendedores, se proporciona una “dotación” o dinero para los compradores y un objeto comercializable para los vendedores, y se les da la tarea de llegar a un acuerdo comercial regateando por un precio.

Cooperación, confianza y negociación para la gobernanza de bienes comunes

Cuando no hay coordinación entre las personas, los bienes de uso público, o bienes comunes, no tienen restricción de acceso y uso, lo que genera una sobreexplotación de los recursos. Cuando se trata de recursos marinos, y en casos extremos, esto puede resultar en la extinción de especies. “La palabra clave es coordinación”, indica Rojas, “cuando las personas se coordinan y limitan acceso y/o uso de forma voluntaria es posible evitar la sobreexplotación y que otras personas se queden sin extraer el recurso, esta coordinación voluntaria es una forma de cooperación”.

Por lo tanto, la cooperación es fundamental para gobernar bienes de uso público, en especial si el objetivo es la extracción sustentable. La confianza y la reciprocidad son los pilares fundamentales de la cooperación y la cohesión social, una mayor confianza en los pares y en la comunidad conlleva mayor respeto de las normas, implícitas o explícitas, y eficiencia en la fiscalización.

“La negociación, ejemplificada por el regateo en nuestro estudio, viene de la mano de la expansión e influencia de los mercados y el comercio en los recursos públicos, en particular en la pesca artesanal donde el poder de negociación y las fuerzas de mercado tienen una gran influencia sobre qué y cuánto se extrae del mar”, manifiesta el académico, y complementa: “las fuerzas de mercado y los desequilibrios en el poder de negociación pueden reforzar o debilitar comportamientos prosociales, por lo que es necesario entender qué los afecta”.          

Las variables socioeconómicas como el sexo, la edad, estado civil, número de integrantes de la familia, ser el principal proveedor de ingresos del hogar o los ingresos secundarios, influyeron el comportamiento de las personas en los juegos en distintas formas, algunas fueron consistentes en los distintos comportamientos prosociales, pero otras no.

“Todos los juegos se vieron influenciados por algunas variables, aunque no necesariamente las mismas”, explica Rojas, “por ejemplo, las variables de sexo e ingresos secundarios (distintos a la pesca) fueron consistentes en su relación a comportamientos prosociales, con mujeres presentando mayores comportamientos prosociales y tener un ingreso adicional, reduciéndolos. Mientras que las variables de ingreso son menos consistentes en su relación a comportamientos prosociales. El regateo por su parte parece estar mayormente influenciado por el rol (comprador/vendedor) de la persona, con vendedores obteniendo mejores precios en las negociaciones. Curiosamente no detectamos una influencia importante del estado civil o el tamaño de la familia en los comportamientos estudiados”.

En palabras de Cristian Rojas, los resultados de este estudio indican que “los comportamientos prosociales y de negociación están asociados a múltiples variables socioeconómicas, pero algunas de estas variables pueden reflejar componentes culturales, educacionales, y normativos, por lo que es necesario contextualizarlas para entender su influencia. En el caso particular de las pesquerías chilenas, vemos que presentan una alta disposición hacia comportamientos prosociales, reflejando quizás características intrínsecas de estas comunidades”.

Gestión de Prensa: Comunicaciones CAPES



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