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El peligro de la vacunación es la desinformación

agosto 19, 2020


photo_camera Biblioteca del Colegio de Médicos de Filadelfia

¿Sabías que todavía hay personas que no creen en las vacunas? Si nos remontamos a la historia, a finales del siglo XIX, ya podíamos ver campañas en contra de las vacunas. 

En diferentes retratos artísticos de la época se puede ver a las personas saliendo a las calles en oposición de la vacuna obligatoria contra la viruela. En cuanto a la publicidad, los panfletos como “Vacunación: sus falacias y males” y la literatura gótica (“Horrores de la vacunación”) prolongaron los arrestos y multas entre dos grupos de personas: los pro-vacunas y los antivacunas.

Estos episodios de una evidente población dividida le costó a la medicina y a la ciencia una batalla de por lo menos 100 años. 

En esta caricatura la vacunación fue representada como una serpiente venenosa. Créditos: Biblioteca del Colegio de Médicos de Filadelfia

La viruela es el claro ejemplo de la época medieval y llegó a ser la principal causa de muerte en Europa, matando a 400.000 personas cada año; en el caso de América, devastó a tribus nativas. 

Así como en 1798 el médico Edward Jenner probó con éxito una dosis leve de viruela bovina que brindaba protección contra la viruela, en 1869 se creaba la Liga antivacunas de Leicester (Leicester Anti-Vaccination League). 

La oposición a las vacunas, con cuestionamientos sobre su eficiencia y seguridad, continúa. Algunos activistas aún citan el método Leicester como evidencia de que la sociedad puede hacer frente a las enfermedades sin tal intervención.

Campaña publicitaria de una monstruosa vaca enferma producto de las vacunas. Créditos: Biblioteca del Colegio de Médicos de Filadelfia

Sin embargo, aunque la historia compruebe que una vacuna puede salvarle la vida a millones de personas, cabe preguntarse: ¿por qué nos seguimos enfrentando entre antivacunas?

2020: En busca de una vacuna en tiempo récord

Durante las últimas décadas, brotes como el del ébola han exigido a la comunidad científica apresurar el desarrollo de tratamientos como también el desarrollo de vacunas. 

Una de las principales preocupaciones que comparten los investigadores es lograr una vacuna a tiempo para frenar ciertos brotes. Sin embargo, ya se cuenta con antecedentes, en casos como el Zika donde las epidemias se detuvieron antes de encontrarse una vacuna pero no significa que no se esté en busca de una. 

Créditos fotografía: AP Photo, Felipe Dana

Esta epidemia de 2016 coincidió perfectamente con los Juegos Olímpicos de Río en Brasil, y a muchos les preocupaba que el virus se abriera paso en todo el mundo. Años después del brote, tenemos un gran avance en la prevención del Zika gracias a la medicina y a científicos de todo el mundo que continúan trabajando en su inmunización. 

¿Qué ocurre entonces con el virus Sars-CoV-2?

A la fecha la pandemia ha dejado más de 19 millones de personas contagiadas y casi 716 mil fallecidos. En marzo y debido a su rápido avance, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo declaró pandemia.

Todos los especialistas coinciden en señalar que si el virus se volverá o no estacional o si habrá brotes cada uno o dos años, depende de un aspecto que hoy aún no se conoce: la inmunidad de las personas.

A la fecha hay cerca de 150 laboratorios, universidades y hasta gobiernos de todo el mundo desarrollando una vacuna.

Créditos fotografía: Getty Images

En un tiempo récord de 18 meses, los esfuerzos de diferentes grupos de científicos nos deja sorprendidos y muchos apuestan por una vacuna. Pero volviendo al origen de esta nota: ¿cuánta gente estará dispuesta a ponerse la vacuna contra el COVID-19? De encontrarse una, claro. 

Como consecuencia del ritmo acelerado de la investigación, que se despliega ante la opinión pública, la seguridad de la vacuna será una preocupación importante entre la población a la hora de aceptarla.

En un reciente estudio publicado en The Lancet, nos muestra cómo en países de Europa como Francia o España, el rechazo a la inmunización fue más pronunciado entre las personas más expuestas a enfermedades infecciosas: mujeres jóvenes de entre 18 y 35 años, que juegan un papel crucial con respecto a la vacunación infantil; y personas mayores de 75 años, que probablemente tienen más riesgo de sufrir complicaciones por la COVID-19.

Mujer protestando por el uso de vacunas. Créditos fotografía: AP Photo

Según los investigadores “no les sorprende estos resultados” ya que la vacunación había perdido confianza pública en la última década, especialmente en Europa.

En cuanto a la vacuna para el virus Sars-CoV-2 el resultado no deja de llamar la atención: el 32 % de los que rechazarían la vacuna contra la COVID-19 también desestimaron la de la gripe, en comparación con el 11 % de los que sí se vacunaron contra el virus estacional.

La urgencia por dar con una vacuna nos presenta un nuevo paradigma: las distintas etapas de una investigación avanzan en paralelo para acelerar el proceso, explica un artículo publicado en The New England Journal of Medicine.

Personas protestando y llamando a la medicina como fascismo. Créditos fotografía: AP Photo

Más allá de lo urgente, hay otros factores que influyen en el recelo hacia las vacunas como la ideología. Según la Agencia Sinc, fue más probable que rechazasen la vacuna los que votaron candidatos de extrema derecha o extrema izquierda en las presidenciales de 2017. “Hay partidos políticos que incluso han hecho bandera de ello”, subraya el artículo.

Un grupo minoritario pero con poder

Los antivacunas son pocos pero muy activos en redes sociales. Según un artículo publicado recientemente en la Revista Nature, sus autores dibujaron un mapa de interacciones en Facebook. Los resultados muestran cómo los antivacunas están mejor posicionados y tienen mucha más actividad que los grupos favorables a la vacunación. Como consecuencia, los que están en contra de las vacunas pueden influir en la opinión de aquellos que no están posicionados.

En cuanto a los influencer o personas del espectáculo también han mostrado sus reticencias en público. El tenista serbio Novak Djokovic expresó sus reservas a una vacuna y organizó varias competencias deportivas donde deportistas resultaron contagiados. Otro ejemplo es el español Miguel Bosé quien llamó a no usar mascarillas “ya que todo era una mentira”.

Al parecer, el mejor indicador del éxito será la confianza en la próxima vacuna contra el COVID-19 y seguir fomentando la historia y la ciencia en el mundo como sus innumerables esfuerzos. 

Referencias: Experts warn of risks of anti-vaccination attitudes in fighting pandemic, SARS-CoV2 vaccines: Slow is fast ; Developing Covid-19 Vaccines at Pandemic Speed & La influencia de los antivacunas en Facebook podría afectar a la prevención de la COVID-19.



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